Todos los 9 de octubre se conmemora la toma de Valencia en 1238 por las tropas de Jaime I, rey de Aragón, rey de Mallorca, conde de Barcelona y Urgell, y señor de Montpellier.
Era un contexto, entre los siglos XI y XIII, de excepcional expansión de los reinos cristianos peninsulares en la península ibérica (a pesar de las invasiones almorávide y almohade, que retrasaron este proceso) y de expansión del feudalismo en términos generales por parte de la cristiandad latina. Además, el mundo feudal experimentó un gran desarrollo demográfico, urbano, agrícola, comercial… (pese a los tópicos sobre la Edad Media como una época oscura, esta época no puede definirse como tal), que puede explicar su gran dinamismo.
El contexto concreto que hay que tener en cuenta en la Valencia del siglo XIII es el de la decadencia de la dinastía almohade. El Imperio almohade estaba resquebrajándose desde el segundo cuarto del siglo XIII, tanto en la península ibérica (dando lugar nuevamente a diferentes taifas, desunidas política y militarmente) como en el norte de África. Así es como se explica la caída del gobernador almohade de la ciudad, Abu Zayd, y la llegada al poder de Zayyan ibn Mardanish a partir de una revuelta. Ibn Mardanish era descendiente del emir conocido como “el rey lobo” (gobernador de Murcia, Valencia y gran parte del este peninsular; que opuso una gran resistencia a la llegada de los almohades en el siglo XII). Mientras Abu Zayd buscó refugio entre los cristianos y firmó un pacto de colaboración con Jaime I en 1229, ibn Mardanish se hacía cargo de la defensa de la taifa de Balansiya (Valencia).
La conquista de Valencia tuvo varias fases. La primera la explicamos en la anterior publicación, y comprende la toma de ciudades como Burriana y Peñíscola, a partir de las cuales los territorios circundantes (formados por alquerías) aceptaron la rendición.
Así, entre 1233 y 1237 se rindió el territorio de La Plana, el Maestrat y Morella. Sin embargo, para la conquista de Valencia, en un periodo que va entre los años 1237 y 1238, tuvieron que ofrecerse enormes recompensas para atraer a soldados y pobladores, y tuvo que pedirse una bula de cruzada. Tras la victoria en la batalla del Puig de 1237 (de la que hablamos ayer), el asedio de la ciudad de Valencia comenzó en la primavera de 1238. En el proceso de conquistas apenas hubo batallas (salvo la mencionada). La ausencia de batallas campales, realmente era algo propio de la Edad Media, por ello fueron tan famosas las escasas que hubo. En el asedio participaron contingentes nobiliarios, milicias urbanas y grupos de almogávares. El 29 de septiembre de 1238 la ciudad se rindió y, según cuenta Jaime I en su crónica (Llibre dels feits), se izó su señera real en señal de sumisión. Tal hecho llevó al desalojo de la ciudad de sus habitantes musulmanes, que tuvieron que partir y asentarse al sur del Júcar, y a la entrada de los cristianos en la ciudad, vacía, a partir de los primeros días del mes de octubre. Pese a que la festividad se celebra el 9 de octubre de 1238, cuando se interpretó que entró a la ciudad el rey, por una anotación en el libro de reparto de posesiones ante los nuevos pobladores (el Llibre del Repartiment), lo que se interpretó como la entrada real, realmente esta anotación la añadieron muy probablemente los notarios, que fueron quienes ocuparon su lugar en la cancillería dicho día. Durante principios de octubre los cristianos ya habían ido asentándose en las casas y palacios que dirigieron oficiales reales y jefes de las milicias urbanas. En cuanto al resto del territorio, desde Chelva hasta Tous y hasta Cullera en la costa, los musulmanes se sometieron y fueron ocupados mediante un pacto a través de los oficiales reales (y por tanto, engrosaron el patrimonio del rey) o directamente por los nobles, concedidos como señoríos gracias a su función en la conquista. La guerra, sin embargo, continuó a partir de 1239.
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