EL SIGLO XIV PENINSULAR


Durante el siglo XIV se vivió una cierta convulsión en la península ibérica. Hubo hambrunas ante las malas cosechas, enfermedades (a partir de 1347 y en sucesivos brotes epidémicos hasta el siglo XVIII) y guerras entre las potencias peninsulares por la hegemonía. También hubo luchas entre los monarcas y los nobles. A pesar de todo, se produjo un desarrollo de la fiscalidad y del poder municipal.
En el caso de Castilla, hubo luchas dinásticas entre los infantes de la Cerda (descendientes de Alfonso X con derechos al trono según la legalidad alfonsina, apoyados frecuentemente por la Corona de Aragón) y la rama que se impuso a finales del siglo XIII, a partir del triunfo de Sancho IV sobre sus familiares. Este era hijo de Alfonso X, pero no le habría correspondido gobernar. Pese a la inestabilidad, Sancho IV realizó algunas conquistas a los musulmanes, como la toma de Tarifa y Gibraltar. A su muerte volvió a producirse una etapa de amplios conflictos, dado que el papa declaró ilegítimo el matrimonio del rey con María de Molina, por lo que Alfonso de la Cerda reclamó su lugar en el trono, con el apoyo de Portugal y de los grandes nobles. El matrimonio entre Constanza de Portugal y Fernando IV de Castilla (hijo de Sancho IV) solucionó la situación momentáneamente; pero no impidió que los reinos de Aragón, Navarra, Francia y Granada se aliasen frente a Castilla con el objetivo de obtener grandes beneficios políticos y territoriales. Fernando IV, en su minoría de edad, contó con el apoyo de muchas ciudades y villas castellanas, que mediante las hermandades y la convocatoria de Cortes pudieron hacer frente a la situación. En 1301 el Papa Bonifacio VIII legitimó a Fernando IV para reinar y reconoció su mayoría de edad.

El monasterio de Guadalupe, erigido en el siglo XIV

A cambio, Alfonso de la Cerda recibió un buen lote de tierras, y los grandes nobles castellanos vieron reforzada su posición. Castilla se acercó a Aragón con la Concordia de Ágreda y la Sentencia Arbitral de Torrellas en 1304, donde acordaban sus fronteras en Murcia (tras la conquista de los territorios de Alicante, Elche y Orihuela por Jaime II de Aragón durante la conflictividad castellana), y en el Tratado de Alcalá de Henares de 1309, que supuso una alianza entre ambos frente a los musulmanes (que desencadenará la conquista de Gibraltar). Muestra de ello fue el matrimonio de su hija Leonor con Alfonso IV de Aragón. Sin embargo, Fernando alcanzó un frágil equilibrio en su reino, como deducimos de las disidencias internas que volvieron a existir entre 1305 y 1308. A su muerte en 1312 dejó el reino en una situación precaria, cuando su hijo, Alfonso XI, solo tenía un año. María de Molina volvió a ejercer de regente (y a su muerte los tutores de Alfonso, Juan y Pedro), en un periodo (1312-1325) de notables alteraciones, en que la buscaban aumentar sus posesiones a costa de otros señores o del monarca. Como contrapartida, entre 1285 y 1325 podemos ver el proyecto de las ciudades de apoyo a la monarquía frente a la aristocracia, especialmente en ciudades y villas reales. En 1325 Alfonso XI llegó a su mayoría de edad y trató de aplicar justicia hacia la nobleza. En 1331 consiguió la renuncia definitiva de Alfonso de la Cerda a sus derechos dinásticos. Además, se casó con su prima María de Portugal para tratar de atraerse nuevamente el apoyo portugués. Sin embargo, debido a los hijos que tuvo con Leonor de Guzmán (como el futuro rey Enrique II), Portugal tendrá relaciones tensas con Castilla. También consiguió la amistad con Aragón en 1329 para luchar frente a los musulmanes (lo que culminó en una gran victoria frente a la dinastía meriní en la batalla del Salado en 1340; los meriníes eran una dinastía del norte de África que pretendía invadir la península como lo habían hecho los almorávides o los almohades), pero no pudo evitar que Pedro IV de Aragón se enfrentase a su hermana Leonor (madre de Alfonso XI); ni tampoco que la nobleza se le opusiese.

Murió de peste en 1349, signo de la grave epidemia que se estaba desatando, uno de los factores de la crisis económica del siglo XIV. Su hijo legítimo, Pedro I, pasará a ser rey en 1350. Sin embargo, resumiremos la situación peninsular abierta en esta época en la siguiente publicación.

A mitad del siglo XIV se difundió la epidemia de peste negra que causaría una gran mortandad en la península. Además, existía una cierta conflictividad, que en la Corona de Aragón se manifestó en la Guerra de la Unión, que enfrentó a nobles o ciudades con el rey por el mantenimiento de determinados privilegios. En Castilla, el reinado de Pedro I estuvo marcado por un nuevo enfrentamiento entre nobleza y la monarquía, que sumió a la Corona en un periodo de grave convulsión que supuso el fin de la dinastía reinante. Pedro llevó a cabo un gobierno autoritario y de persecución de las disidencias que la nobleza le presentaba, mediante la justicia. Por su parte, Enrique de Trastámara se casó con Juana Manuel, descendiente de Fernando de la Cerda (podéis leer la publicación anterior sobre el siglo XIV para entender por qué los infantes de la Cerda reclamaban el trono), y canalizó la oposición a Pedro I, apoyado por parte de la nobleza. Mediante ese matrimonio también legitimaba sus aspiraciones al trono. Además, es el momento de la Guerra de los Cien Años (1337-1453), en la que Castilla apoyó a Francia en un primer momento, si bien en 1351 se comprometió con Inglaterra a no intervenir. De hecho, Pedro I se casó con Blanca de Borbón, cercana al rey francés Juan II (y bisnieta de Luis IX de Francia), pero enamorado de María Padilla, reconoció los hijos que tuvo con esta como legítimos. Eso conllevó el recelo francés, aliado entonces con Aragón, una de las causas que también lo llevarían al enfrentamiento con el monarca aragonés en la Guerra de los dos Pedros (1356-1369), entre Castilla en Aragón. Esta se inició por la voluntad de Castilla de recuperar los territorios de Elche, Orihuela y Alicante que hasta comienzos del siglo XIV pertenecían a Castilla, en lugar de a la Corona de Aragón. Pedro IV el Ceremonioso de Aragón se apoyó en Enrique de Trastámara y en gran parte de la nobleza castellana.

Torres de Serranos, construidas en el siglo XIV

Por su parte, Inglaterra apoyó a Castilla y Aragón a Francia. Navarra viró del bando castellano al aragonés en 1263. La guerra entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón pasó en 1265 a ser una guerra civil castellana. La nobleza rebelde, el papado, gran parte de la Iglesia, la Corona de Aragón, Navarra y Francia, determinaron finalmente la victoria de Enrique II. Pedro I había perdido el apoyo que muchas ciudades le prestaron, y fue asesinado por su hermano en 1369, que tras acceder al trono incumplió las promesas que había hecho a Navarra y Aragón por su ayuda. Su victoria supuso el fortalecimiento de la estructura señorial y la recompensa de sus fieles (mediante las llamadas mercedes enriqueñas). Muchas rentas reales, derechos reales y villas de realengo pasaron a manos de la aristocracia. Esta época también fue clave para el desarrollo de la fiscalidad pública, primero en la Corona de Aragón y posteriormente en Castilla. Además, las antiguas familias nobles, que llevaban poniendo en jaque de forma continua a la monarquía desde la última época del reinado de Alfonso X prácticamente desaparecieron, diezmadas por Pedro I, la peste, la guerra…o sustituidas por la nobleza de servicio encumbrada por Enrique II. Entonces, Enrique II renovó las alianzas con Francia frente a Inglaterra, y la paz con Aragón en el Tratado de Almazán (1375). Su hijo, Juan I, se casó con Leonor de Aragón como garantía de esas buenas relaciones. Portugal, que no reconocía al nuevo rey y buscaba obtener beneficios de una Castilla debilitada, se alió con Inglaterra y Juan de Gante, el duque de Lancaster, casado con Constanza, hija de Pedro I, el difunto monarca castellano. A pesar de ello, permitió el matrimonio entre Juan I y Beatriz de Portugal, como forma coyuntural de lograr la paz. Algo después de la muerte de Fernando I de Portugal en 1383 y la extinción de la línea dinástica portuguesa, Juan I reclamó su derecho al trono portugués, lo que le llevó a enfrentarse a Juan de Avís, casado con Felipa de Lancaster (hija de Constanza de Castilla). Juan I intentó proclamarse rey en Portugal, obteniendo el apoyo de la alta nobleza y la enemistad de la burguesía marítima portuguesa


BIBLIOGRAFÍA:
NARBONA, R. En l’horitzó de la historia ibérica: pobles, terres, sobiranies (segles V-XV), Afers, 2015

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