Catalina de Aragón, reina consorte de la corona inglesa

El 7 de enero de 1536 fallecía, a causa de un cáncer de corazón, la reina inglesa Catalina de Aragón en Kimbolton Castle. Tras su divorcio con Enrique VIII fue despojada de todo poder y marginada de la Corte y cualquier ámbito político. Antes de aquellos trágicos años, debemos remontarnos a sus orígenes para observar cómo se convirtió en una importante figura de poder dentro de la corte inglesa.

Catalina de Aragón nació en 1485 en Alcalá de Henares, siendo la última hija de los Reyes Católicos. Con apenas 3 años fue comprometida con el príncipe inglés, Arturo Tudor. Según los cánones católicos el matrimonio no podía realizarse hasta que ella alcanzara la edad de 12 y él la de 14. En 1496 las nupcias quedaron ratificadas en el Tratado de Londres. La necesidad de sus padres de conseguir la alianza inglesa, y por ende, de sus aliados los portugueses, frente a Francia, imperó en la decisión de dicho matrimonio. En cuanto a su educación, pese a su dominio del latín y el castellano, desde la corte inglesa (especialmente por la reina Isabel de York) se instó a la joven a aprender francés para comunicarse con sus futuras damas. Más tarde, en su labor como embajadora mejoró su dominio del inglés.

En 1497 Catalina firmó al embajador de sus padres, Ruy González de la Puebla, el poder de representación para la ceremonia de los esponsales. La boda se celebró finalmente en 1501, convirtiéndose en Princesa de Gales. Cuatro meses después, el príncipe Arturo falleció. Tras ello, se convirtió en viuda y fue aislada de la corte inglesa, sin apenas recursos económicos. Isabel la Católica quiso que la princesa regresara a Castilla, pero tanto Fernando como Enrique VII buscaron la forma de mantener la alianza.

Finalmente la solución que se halló fue un nuevo matrimonio, esta vez con el nuevo heredero al trono inglés, el futuro Enrique VIII, hermano del fallecido heredero. Ante esto, surgieron problemas que requerían el permiso papal. Catalina sostenía que su virginidad estaba intacta y, por tanto, el matrimonio con Arturo no era válido. El papa Julio II acabó permitiendo el matrimonio con Enrique mediante una bula, pero dejó en duda la cuestión de la consumación entre Catalina y Arturo. El nuevo matrimonio se realizó el 11 de junio de 1509 y, al poco tiempo, fue coronada como reina (Enrique VII había fallecido dos meses antes).
Catalina, hasta su divorcio con Enrique, ejerció todos los poderes reservados a una reina consorte. Pero además, jugó un importante papel como embajadora de la Monarquía Hispánica. Es considerada la primera embajadora de facto en la Edad Moderna. Desde 1509 había negociado su propio matrimonio, así como asuntos que afectaban a Inglaterra y a los dominios de sus padres (por ejemplo las pretensiones de Enrique VII de casarse con su hermana Juana). En 1513, Enrique VIII marchó a la guerra contra Francia y dejó a Catalina como regente y gobernadora de Inglaterra, Gales e Irlanda. Entre sus poderes estaba el alzamiento en armas, el reclutamiento de tropas, el nombramiento de eclesiásticos, la recaudación de dinero, la expedición de órdenes judiciales… Se encargó de la defensa del reino, sobre todo a raíz de la invasión escocesa del monarca Jacobo IV en verano de ese año. Cuentan las fuentes que Catalina se dirigió a sus capitanes ingleses durante la campaña bélica y les instó a recordar el coraje inglés, predominante sobre el resto. De hecho, la victoria de Flodden es una de las principales hazañas que se recuerdan del reinado de Enrique VIII, donde Catalina tuvo un importante papel.

Su matrimonio durante los primeros años de reinado fue próspero y cálido. Enrique y ella mantenían importantes discusiones sobre teología, política, literatura, se hacía bromas y se aconsejaban mutuamente. La situación comenzó a enfriarse por dos motivos: el fallecimiento de casi todos sus descendientes y las políticas de Fernando el Católico, que menospreciaban los intereses de Inglaterra. El primer aborto de Catalina llegó en 1510 y los rumores sobre la infertilidad de la reina no dejaron de estar presentes desde entonces. Enrique VIII ansiaba un heredero varón que no llegaba.

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